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jueves, 26 de abril de 2007

Alatriste nos trae... un Madrid diferente...



En las primeras páginas de nuestras aventuras del Capitán Alatriste se nos esboza un Madrid diferente a aquél de las grandes historias. Nos parece más pequeñito, más cotidiano, más sucio y más violento. Madrid de tabernas y parados, tumultuoso; en menos de veinte años la capital de España ha aumentado en unos 50.000 los habitantes. Madrid oscuro y decepcionante, paradójico… como también lo es la “Gran historia” que nos ha llegado. Aquella de un Felipe IV definido como “menor” frente a un flamante Felipe II. Un Madrid de gentes decepcionadas, ante un oro, más bien plata, de América que se esfuma en un sueño: El Imperio. Un válido real, el Conde-duque de Olivares que ante ello, entre otras medidas tratará de imponer austeridad en la Corte: “Algo” truncará sus planes…

Este panorama se representa también en unas letras de “Oro” rebeldes a esta decadencia descrita. Quevedo, baluarte del barroco español, aparece como un personaje carismático y provocador, pero también de alguna forma partícipe y denunciante de este Madrid tan nuevo y ya tan ajado.

“Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía (…)”

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